Page 467 - Borges interactivo
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 467 —Bueno, en cuanto a lo infnito, digamos, lo que señaló Kant: no podemos imaginarnos que el tiempo sea infnito, pero menos podemos imaginarnos que el tiempo empezó en un mo- mento, ya que si imaginamos un segundo en el que el tiempo empieza, bueno, ese segundo presupone un segundo anterior, y así infnitamente. Ahora, en el caso del budismo, se supone que cada vida está determinada por el karma tejido por el alma en su vida anterior. Pero, con eso nos vemos obligados a creer en un tiempo infnito: ya que si cada vida presupone una vida anterior, esa vida anterior presupone otra vida anterior, y así infnitamente. Es decir, no habría una primera vida, ni tampoco habría un primer instante del tiempo. —En ese caso, habría una sospechable forma de eternidad. —No, de eternidad no: de infnita prolongación del tiempo. No, porque la eternidad creo que es otra cosa; la eternidad —yo he escrito sobre eso en un cuento que se llama “El Aleph”— es la, bueno, la muy aventurada hipótesis de que existe un instante, y que en ese instante convergen todo el pasado, todos nuestros ayeres como dijo Shakespeare, todo el presente y todo el porvenir. Pero, eso era un atributo divino. —Lo que se ha llamado la tríada temporal. —Sí, la tríada temporal. —Ahora, lo que advierto es que esta familiaridad, por momentos angustiosa, con el tiempo, o con la preocupación por el tiempo que usted tiene, bueno, me ha hecho sentir que en esos momentos en que usted habla del tiempo, el tiempo parece corporizarse, parece tomar forma corpórea, pa- rece percibírselo como un ente corporal. Universidad Autónoma de Chiapas
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