Page 417 - Borges interactivo
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JOSÉ MARTÍNEZ TORRES • ANTONIO DURÁN RUIZ 417 Por último, tenemos el miedo al nombre de Dios. Esta prohibición judía estaba arraigada en Borges. El objeto mágico que dejaba ver el universo podía haberse llamado de cualquier modo, pero Borges se decidió por la primera letra de lo Innombrable. Y el cuento entra así en una categoría trascendente, un terreno en el cual pocos osan avanzar. Me atrevo a suponer que si El Aleph se hubiera llamado de cualquier otra manera, por ejemplo, “Ikor”, la sangre en los poemas homéricos, o el “Graal”, esa leyenda cristiana, su impacto hubiera sido menor. Justamente es la prohibición judía de pronunciar el nombre de Dios o de usar el sexo para el placer y no para la reproducción lo que da fuerza secreta a este encuentro con Dios que es el Aleph. La escritura del dios Este cuento expresa mejor que ningún otro la forma en que Borges se veía a sí mismo. En La escritura del dios está la manera en que Borges, tímidamente, presentía al Borges triunfante; y está el prisionero Borges, que nunca iba a dejar de ser un prisionero. Como ya he dicho, La escritura del dios fue inventado una mañana de otoño en que paseábamos por el Jardín Zoológico. Nos hicimos retratar. En la instantánea Borges aparece con una bufanda atada al pescuezo, a la manera de los compadritos. Era un regalo que yo le había hecho. El diseño escocés no era bonito. Yo había procurado elegir colores discretos y el resultado había sido incoloro y aburrido. La bufanda sólo fue usada una o dos veces; pro- bablemente doña Leonor la hizo desaparecer... con toda razón. A Georgie la bufanda le daba un aire desaliñado, justamente el aire que su madre quería evitar. De todos modos, quedó constancia del regalo, ya que nos fotografamos cerca de la jaula de los monos. Universidad Autónoma de Chiapas